domingo, 8 de julio de 2012

El misterioso poema de los sueños: KUBLA KHAN

Jorge Luis Borges ha observado que existe un vínculo entre los poetas ingleses y el universo onírico. Muchos poemas fueron insinuados por las musas durante el sueño de los poetas, o bien los poetas nos han engañado simulando una inspiración onírica. Lo cierto es que en la historia de los sueños y los poemas, Kubla Khan es la suma de todos sus arquetipos.

Anestesiado por una fuerte dósis de láudano (u opio, como prefieran llamarlo) Samuel Taylor Coleridge se durmió mientras leía un libro del sacerdote inglés Samuel Purchas, en donde se hablaba de un emperador llamado Kublai Khan, y soñó.

El poeta vio en sueños la construcción de un palacio, y supo que esa construcción era realizada por una extraña melodía que sonaba en el aire, mientras una voz atravesaba el cielo cantando unos versos. Cuando Coleridge despertó, anotó rápidamente aquellos versos. Escribió setenta antes de que uno de los más odiados personajes para los amantes de la literatura inglesa viniese a interrumpirlo. La historia no ha conservado su nombre.

Cuando Coleridge pudo retomar el poema, el hilo se había perdido y el final quedó olvidado. Sus contemporáneos creyeron que la historia del sueño era una mentira de Coleridge para justificar un poema inconcluso. Veinte años después de la muerte del poeta, un traductor ruso descubrió un viejo manuscrito persa, donde se habla del palacio encantado de Kubla Khan, cuyo diseño se le había revelado al emperador en un sueño.


Kubla Khan.Samuel Taylor Coleridge (1772-1834)

En Xanadú, Kubla Khan ordenó levantar un majestuoso palacio; allí donde Alf, el río sagrado, corre a través de mil cavernas, desembocando en un mar abandonado por el sol. Dos veces cinco millas de tierra fértil, por murallas y torres eran circundada; y allí veíanse jardines surcados por brillantes arroyos, en los que florecían filas de árboles perfumados, y bosques tan apretados como montañas, encerrando en su seno verdes pasajes sonrientes.

¡Aquella profunda y romántica quebrada que se adentra en la verde colina, a la sombra de los cedros! ¡Paisaje agreste! ¡Encantado y beatificado como si en otra época, bajo la luna moribunda, alguna dama hubiese venido a llorar por su demonio amante! Y de esta quebrada, creciendo en incesante gemido, como si la tierra respirase hondo, brotase por momentos una fuente tumultuosa; cuyas lenguas inciertas escupen fragmentos como granizo o granos que saltan bajo el saco de trigo, y en medio de estas danzantes rocas, junto a ellas, saltaba hacia los aires el río sagrado. Durante cinco millas, por un laberinto trazado, entre bosques y valles corría el río sagrado, antes de entrar en las cavernas al hombre inmensurable y de hundirse tumultuosa en un océano muerto. En medio de este tumulto, Kubla oyó en la distancia las voces ancestrales que predecían la guerra.

La sombra del palacio de los deleites flotaba sobre las olas, y desde él se oían las melodías de la fuente y las cavernas. ¡Milagro de sutil ingenio este resplandeciente palacio con sus cavernas de hielo!

Ví en sueños una doncella, tañendo su instrumento: una doncella abisinia, tañendo su instrumento y cantando dulcemente en el monte Abora. ¡Ah! Si yo pudiese resucitar de mi memoria su música y su canción, en tan grave éxtasis me sumirían, que podría construir con música en el aire aquel palacio. ¡Aquel palacio resplandeciente, aquellas cavernas de hielo! Y cuantos me oyeran verían ante sus propios ojos, y todos gritarían: ¡Cuidado! ¡Cuidado! ¡Mirad los ojos fulgurantes, mirad su flotante cabellera! Trazad un triple círculo en torno a él y cerrad los ojos en sagrada reverencia, pues él se ha nutrido de dulce rocío y bebido la leche del Paraíso.

Samuel Taylor Coleridge (1772-1834)

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